Las intervenciones de cirugía estética de la cara o cirugía facial crecen un 40% en nuestro país en el último cuatrimestre del año respecto a los ocho meses precedentes, según la estimación de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE). Son los mayores de 45 años los que más recurren a estas intervenciones, que se reparten entre un 83,8% de mujeres y un 16,2% de hombres.

La SECPRE atribuye el destacado incremento a partir de septiembre a tres factores relacionados con el fin del verano: un factor psicológico motivado por el final de las vacaciones y la vuelta al trabajo, la aparición de manchas tras la exposición al sol sin la protección adecuada y la mayor visibilidad de las arrugas al aclararse la piel una vez desaparecido el moreno.

«En otras palabras -apunta el Dr. Miguel Chamosa, presidente de la SECPRE-, es en este periodo cuando la acción de la edad y del sol sobre el rostro se hace más evidente, lo que conlleva una mayor demanda de las dos intervenciones principales de cirugía facial, la destinada a eliminar o suavizar arrugas y líneas de expresión y la que persigue disminuir la flacidez cutánea. Ambas han evolucionado considerablemente en los últimos años, mejorando la imperceptibilidad de las señales de la intervención realizada y el logro de un aspecto natural».

En lo que respecta a las arrugas y las líneas de expresión, que deben tratarse una por una, la SECPRE distingue entre las intervenciones con y sin relleno. Las del primer tipo pueden emplear ácido hialurónico, que tiene un efecto instantáneo, apenas deja señales y dura en torno a un año, o injertos de grasa del propio cuerpo del paciente, sobre todo del abdomen o la cara interna de la rodilla, que suponen una pequeña cirugía.

Esta última técnica es permanente, pero requiere de una conciencia plena de su evolución por parte del paciente y de una mayor habilidad por parte del cirujano, ya que dos terceras partes de la grasa inyectada se pierden porque no prenden. Por tanto, el cirujano debe calcular cuidadosamente la cantidad de grasa para equilibrar las consecuencias del injerto (sobre todo, inflamación y hematomas) con la obtención del resultado deseado una vez acabado el proceso.

Las intervenciones anti-arrugas sin relleno utilizan la toxina botulínica, más conocida como bótox, que lo que hace es paralizar el músculo del gesto. Según el Dr. Chamosa, «por las características de los diferentes músculos del rostro, conviene hacer uso de esta técnica únicamente en la mitad superior de la cara, no en las mejillas ni en la zona bucal. Es en esa mitad superior donde tiene sentido una intervención que hay que repetir cada 4 o 6 meses, si bien las inyecciones tienden a espaciarse en el tiempo a medida que, por su efecto, los músculos se van debilitando».

Las ritidoplastias, más conocidas como liftings faciales, son intervenciones más complejas, pues precisan de la cirugía necesaria para estirar la piel de la cara hacia la zona situada delante y detrás de las orejas. También en este ámbito ha evolucionado la técnica en los últimos años, pasando de tensar sólo la piel a tensar también el sistema profundo de los músculos, lo que ha puesto fin a los liftings extremos en los que la cara aparecía como planchada. Igualmente se han diversificado las intervenciones, incluyendo desde el cuello (liftings cérvico-faciales) hasta la frente y los párpados (liftings completos).

El presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética explica que «la cirugía consiste, en el caso de las ritidoplastias, en soltar la piel y el músculo deseados y reposicionarlos en la situación previa a la flacidez, extirpando la piel sobrante y, en ocasiones, empleando coadyuvantes propios de los tratamientos anti-arrugas, como las infiltraciones de ácido hialurónico, la toxina botulínica o los injertos de grasa de otras partes del cuerpo».

 

Fuente: El Faro de Vigo

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